Día del maestro 2023

El Día del Maestro se celebra en los centros educativos españoles el 27 de noviembre, pero la figura del docente está presente todos los días del año, incluso durante las vacaciones. ¿Qué padre, madre, abuelo o abuela no se acuerda de las maestras y maestros durante esos períodos de descanso escolar? A menudo, se aborda el tema de los educadores en televisión, radio, tertulias y conversaciones informales entre madres y padres. Por supuesto también está el grupo de WhatsApp de padres y madres cuya principal finalidad es quejarse del maestro o maestra.

Es sorprendente como, a diario, la enseñanza es objeto de críticas vehementes que generan ira, furor e indignación entre aquellos que se aventuran a opinar sobre los docentes y su desempeño. Y se aventura a opinar todo el mundo. Pareciera ser que el haber pasado por la escuela o tener un hijo en edad escolar nos aporta los conocimientos y saberes necesarios para formular un diagnóstico preciso sobre el estado de nuestro sistema educativo y observar el presunto bajo desempeño de los docentes en el aula.

Haber experimentado la enfermedad nos brinda una valiosa perspectiva sobre el dolor y la enfermedad, así como opiniones sobre la calidad de la atención médica que hemos recibido o que reciben nuestros seres queridos. Sin embargo, aunque todos hemos estado enfermos alguna vez o ingresados por un tiempo mayor o menor en un hospital, no se nos ocurriría pensar que para opinar sobre la práctica médica hay que saber algo más que tomar la fiebre a un niño. Entre tanto, para opinar sobre la práctica docente solo hay que haber ido a la escuela o, simplemente, imaginar lo que ocurre todos los días en clase. A los médicos se les respeta, a los docentes, no.

Hay maestras y maestros malos, incompetentes y displicentes, claro. Como hay médicos malos, políticos malos, empresarios malos, obispos malos, policías malos y hasta Premios Nóbeles de Economía malos, malísimos. Pero solo cuando se defiende a los docentes, las personas que lo hacen, a menudo sienten la necesidad de señalar que reconocen que existen individuos que ejercen la enseñanza sin tener la menor capacidad para hacerlo.

Es esencial respaldar a los maestros y maestras porque la enseñanza es una profesión que se ejerce, en la mayoría de los casos, por personas que aman su trabajo, que dedican un esfuerzo enorme a sus tareas, que tratan de múltiples formas de mejorar, de capacitarse y de formarse para ser cada día mejores. Los maestros y maestras son personas que respetan profundamente a los niños, las niñas, los jóvenes y los adultos que educan. Deberíamos pensar en esto cada vez que los humillamos y descalificamos con diagnósticos precipitados.

Hay que defender a los maestros y maestras, y en especial los de la pública, porque en las escuelas y centros educativos se construye, cada día, el futuro de nuestra infancia.

En definitiva, hay que defender a los docentes ya que si está leyendo este artículo es porque algún maestro o maestra, alguna vez, le enseñó a leer. Y seguramente, le enseñó muchas cosas más. Cosas que han sido vitales para formarse como una ciudadana o ciudadano independiente y crítico.

Casi todos los padres, madres y adultos en general, piensan que sus maestros o maestras eran mejores que los que hoy están en el aula. Pero no nos equivoquemos. Siempre fue así. A su hijo o a su hija, si hoy están en la escuela, les pasará lo mismo. Parece que los docentes deben conformarse con un reconocimiento que se conjuga siempre en futuro imperfecto. Nuestros niños, nuestras niñas y nuestros jóvenes les dirán a sus hijos e hijas que sus maestros y maestras eran mucho mejores, más dedicados, más comprometidos, más cariñosos, mejor preparados y exigentes.

Siempre fue así.

Y si siempre lo fue, por qué no respetamos a los docentes que trabajan en nuestras escuelas, reconociendo en ellos la herencia de un futuro que nos hará, quizás, mujeres y hombres mejores, más humanos, más solidarios, más generosos y libres.

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